En los últimos cuatro años, la entidad ha registrado una caída del 41.5% en las precipitaciones pluviales, comparando 2024 con 2021. Esta reducción ha generado condiciones críticas de captación hídrica, particularmente alarmantes en 2023 y 2024. No es una advertencia hipotética: es una realidad que ya está afectando nuestros motores económicos.
El 94% del agua disponible en Sinaloa se destina al uso agropecuario. A pesar de que el sector ha comenzado a transitar hacia prácticas más eficientes y tecnologías de riego más sostenibles, la pregunta estratégica que debemos hacernos es: ¿es prudente seguir apostando todo nuestro desarrollo económico a un sector tan vulnerable al cambio climático?
La respuesta es clara: es momento de diversificar y transformar.
La industrialización como eje de resiliencia económica
La industrialización de Culiacán no es solo una alternativa viable; es una necesidad estratégica. Esto implica dos rutas complementarias:
- Agregar valor al sector primario, mediante el procesamiento de alimentos, empaquetado, conservación, y logística de exportación. Estas actividades —aunque también demandan agua— pueden operar bajo modelos de eficiencia hídrica, reutilización de aguas grises, y con tecnologías que integren energías limpias, automatización y trazabilidad.
- Impulsar sectores industriales no dependientes del agua, como la manufactura ligera, la industria electrónica, la biotecnología, el software, los servicios logísticos avanzados y el ensamblaje industrial. Estas industrias pueden operar con menor impacto ambiental y permiten diversificar la base productiva del municipio.
Esta reconversión no sólo mitigaría los riesgos derivados de la crisis hídrica, sino que abriría nuevas fuentes de empleo calificado, atracción de inversión y desarrollo tecnológico.
Un llamado a la acción con visión de futuro
No podemos controlar las condiciones externas, pero sí podemos anticiparnos a las tendencias globales y regionales. Si el cambio climático continúa su curso actual, los escenarios de escasez serán más frecuentes y severos. Por ello, trazar un plan de industrialización con visión a 10 y 20 años no es un lujo, es una medida de supervivencia y progreso.
Si nos preparamos para el peor escenario y este no ocurre, habremos ganado resiliencia y desarrollo. Pero si ocurre, estaremos listos para enfrentarlo con solidez y sin improvisaciones.