Un buen ejemplo es la evolución de la iluminación:

• Un foco incandescente de 60 W (los de filamento y cristal) fue reemplazado por uno fluorescente compacto de 13–15 W.
• Posteriormente, los fluorescentes fueron superados por focos LED de apenas 8–10 W.

Esto significa que:

• Del incandescente al fluorescente, se ahorra cerca del 75% de energía.
• Del fluorescente al LED, otro 33% adicional.
• En total, cambiar un foco incandescente por uno LED representa un ahorro de hasta el 85% en consumo eléctrico.

Con esto claro, ya puedes imaginar hacia dónde voy…

1. Revisa tus instalaciones eléctricas: haz un mantenimiento preventivo. No es tan complicado como parece: revisa que no haya recalentamientos, que los aislantes de los cables estén en buen estado (no derretidos), y que los tornillos de las conexiones estén bien apretados. Esto evita falsos contactos y pérdidas innecesarias de energía.

2. Cambia de tecnología. hazlo a tu ritmo, según tu capacidad económica. Si todavía tienes focos que no son LED, cámbialos. Considera también renovar tus aires acondicionados por modelos más eficientes (los tipos inverter, por ejemplo, aunque requieren un buen uso). Lo mismo aplica para el refrigerador y otros electrodomésticos.

3. Deja los paneles solares hasta el final. Sí, son una gran opción, pero su tamaño (y costo) depende directamente de tu consumo. Entre más consumas, más grande será el sistema que necesitarás. Por eso, primero reduce tu consumo, y luego piensa en generar tu propia energía. (Este tema lo explicaré a fondo en otro blog.)